El origen de este género literario se remonta a la antigua Grecia, donde las representaciones teatrales a menudo se relacionaban con cultos elevados a Dionisio, considerado el dios de la alegría y del vino, por lo que su representación contaba con un carácter sagrado a este dios. En principio, estas representaciones consistían en una serie de himnos que eran dedicados a la divinidad, pero pronto se empiezan a agregar cantos y movimientos que darán origen a este género literario.
Los primeros dramaturgos que se conocerán en Grecia serán Sófocles, Esquilo y Eurípides, quienes sentarán las bases de este género para la posteridad. Es así como el género empieza a desarrollarse posteriormente en Roma, donde surgirán dramaturgos de esta zona como Plauto, Séneca y Terencio. Sin embargo, el género dramático experimentará un fuerte suceso durante la Edad Media, principalmente en su primer período, dado que las obras se extinguen, eliminando la totalidad de las obras creadas en Grecia.
Es hacia el siglo XI y el XII que se inicia una tarea de reinventar el teatro en el continente europeo, lo que dará nacimiento a una serie de obras de comedia que se escriben en latín y que serán representadas en ambientes religiosos, especialmente, como monasterios, pero pronto pasarán a otros escenarios como universidades y teatros. A diferencia de las obras griegas, estas no estaban diseñadas como un teatro para el pueblo. En esta etapa se concentran en la representación de escenas del Evangelio dentro de las iglesias, escritas por lengua vulgar que tienen lugar dentro de la liturgia de la Navidad, la Resurrección y la Epifanía como tres de los eventos más importantes.
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